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Jesús cuenta parábolas parte I

martes, 15 de abril de 2008

Por ese entonces, grandes multitudes seguían a Jesús dondequiera que iba y él les enseñaba acerca de Dios. Jesús siempre les hablaba con sencillez y no decía cosas difíciles de entender, como a menudo hacían sus lideres. En lugar de ello les contaba parábolas interesantes; he aquí algunas de ellas.
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El buen pastor
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Hubo una vez un pastor que cuidaba muy bien a sus ovejas, era tal la devoción en sus cuidados que conocía con exactitud cuales le pertenecían aunque se hallaran en un enorme redil mezcladas con otras. El pastor las reconocía al instante; las llamaba a cada una por su nombre, las ovejas entendían por que conocían la voz de su pastor. Lo seguían mientras él caminaba delante de ellas mostrándoles el camino hacia donde la hierba era buena y había seguridad para que comieran su pasto. Cada vez que los ladrones intentaban robarle las ovejas o atacaban los lobos, el pastor jamás huía como hacían los malos pastores y con valentía permanecía con sus ovejas combatiendo a sus atacantes, incluso si resultaba herido.
-Yo soy como el buen pastor, explicaba Jesús. Los que me siguen son como esas ovejas. Yo los cuidare, hasta daré mi vida por ellos.
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La oveja perdida
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La segunda parábola era sobre un pastor que tenía que cuidar 100 ovejas.
Una tarde, al contarlas, halló que solo había noventa y nueve. ¡Se había perdido una! ¿Qué le habría ocurrido? ¿Se la robarían? ¿Vagaría por el campo la devoraría un león o se habría caído a un barranco? El pastor estaba muy triste y preocupado. Así que dejó a las noventa y nueve ovejas pastando y fué a buscar la oveja perdida.
Por fin la encontró en un peñasco en lo más alto de la montaña. El pastor estaba muy contento, colocó al animal sobre sus fuertes hombros y la condujo a salvo de regreso al rebaño. Luego reunió a sus amigos y les dijo: "Vengan todos, quiero celebrar con ustedes. ¡Estoy feliz porque he encontrado mi oveja que estaba perdida y está de regreso en el redil!".
Este relato tiene además un significado secreto. Las personas que vuelven sus espaldas a Dios y lo olvidan son como la oveja perdida. Dios es como el pastor que busca a su oveja y se llena de alegría al encontrarla aunque tenga otras noventa y nueve en casa.

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