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INTELIGENCIA EMOCIONAL

jueves, 10 de abril de 2008

Cómo pueden ayudar los padres a los hijos a alcanzar un alto nivel de Cociente Emocional:

El término inteligencia emocional se empleó para describir cualidades emocionales que tienen importancia para alcanzar el éxito. Pueden incluirse: empatía expresión y comprensión de sentimientos control de nuestro genio independencia capacidad de adaptación simpatía capacidad para resolver problemas de forma interpersonal persistencia cordialidad amabilidad respeto
ASalovey y Mayer definen la Inteligencia Emocional como subconjunto de la Inteligencia social que comprende la capacidad de controlar los sentimientos así como los de los demás, de discriminar ante ellos y utilizar esa información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones.
No existe, a diferencia del C.I., un test preciso para medir el C.E. (Inteligencia Emocional), e incluso se duda que se pueda medir de alguna manera. Las capacidades del C.I. no se oponen a las del C.E. sino que interactúan. La diferencia más importante entre C.I. y C.E. es que el C.E. no lleva una carga genética tan marcada, lo que facilita la intervención educativa de padres y educadores.
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Cómo pueden ayudar los padres a los hijos a alcanzar un alto nivel de C.E:

Existen tres estilos generales de ser padres, autoritario, permisivo y autorizado:
  • Autoritario: ponen normas estrictas que esperan sean obedecidas. Los niños deben mantenerse en su lugar y no los dejan expresar sus opiniones. Son padres que dirigen la familia partiendo de la tradición, poniendo énfasis en la estructura, el control y el orden, todo ello se vuelve una gran carga para el niño.
  • Permisivo: busca la aceptación y transmitir el mayor aliento posible. No suele fijar límites, no imponen exigencias fuertes, ni metas claras a sus hijos para que se desarrollen de acuerdo a su naturaleza.
  • Autorizado: equilibran los límites con el ambiente estimulante. Orientan sin controlar, dan explicaciones e implican a sus hijos en las decisiones. Se elogia la competencia y la independencia. Todo ello permite que los hijos crezcan con confianza en ellos mismos, independientes, sociales y con un elevado nivel de inteligencia emocional.

Principios básicos para educar con una disciplina positiva y efectiva:
Establecer límites y reglas claros y atenerse a ellos. Dar advertencias y señales al niño cuando comienza a comportarse mal. Es una manera de enseñarles autocontrol. Reforzar las buenas conductas con elogios y afecto ignorando las conductas que sólo buscan llamar la atención. Educar a los hijos conforme nuestras expectativas. Dedicar tiempo para conversar sobre los valores y las normas y por qué estos son importantes. Cuando se transgrede alguna norma o límite puesto, imponga inmediatamente una consecuencia adecuada y proporcionada.

Las emociones morales.
El desarrollo moral de nuestros hijos significa que estos tengan sentimientos y conductas que reflejen preocupación por los demás: compartir, ayudar, estimular mostrar una conducta altruista, tolerancia hacia los demás, voluntad de respetar las normas sociales. William Damon sugiere que para que los niños se conviertan en personas morales deben adquirir las siguientes capacidades emocionales y sociales: Comprender lo que diferencia una conducta buena de$ una mala y desarrollar hábitos de conducta correctos. Desarrollar interés, consideración y un sentido de responsabilidad por el bienestar y los derechos de los demás, expresando este interés mediante actos de atención, benevolencia, amabilidad y caridad. Experimentar una reacción emocional negativa ante la transgresión de las normas establecidas.

La empatía
Existen dos componentes en la empatía, una reacción emocional hacia los demás que suele desarrollarse en los primeros seis años de vida y una reacción cognoscitiva que determina el grado en que los niños son capaces de percibir el punto de vista de la otra persona.

Fases de la empatía
En el primer año de vida los bebés suelen darse la vuelta para observar a un bebé que llora, posiblemente también se pondrá a llorar él. Entre el primer y segundo año de vida, entran en una segunda etapa en la que pueden ver que la congoja de otro no es la suya, tratan de reducir la tristeza del otro. A los seis años se inicia la etapa de la empatía cognoscitiva: la capacidad de ver cosas desde la perspectiva de otra persona y actuar en consecuencia. La empatía cognoscitiva no necesita comunicación emocional ( por ejemplo el llanto) porque el niño ya tiene un modelo interno, que ha desarrollado, de cómo puede sentirse una persona en una determinada situación.A partir de los diez o doce años los niños proyectan su empatía más allá de aquello que le son próximos. Estamos en la etapa de la empatía abstracta.

Cómo desarrollar la empatía en nuestros hijos
Si queremos que nuestros hijos sean más empáticos, atentos y responsables debemos esperarlo de ellos. Establecer normas familiares claras y coherentes y no renunciar a ellas. Requerirles que sean responsables, adecuando siempre estas responsabilidades a sus edades y niveles madurativos, por ejemplo con tareas domésticas que no deben estar sujetas a recompensas, hay que ayudar en casa porque es lo correcto.Si queremos que nuestros hijos sean atentos, responsables y considerados lo que hay que hacer es sencillo: aumente sus expectativas. Ser un padre permisivo es sencillo, hacerles la cama, los deberes,... Pero para que ellos sean más responsables debemos serlo aún más nosotros y para ello dejaremos de lado la idea de qué no es malo malcriarlos, porque sí lo es.

La verdad, la sinceridad y la confianza
Por regla general los padres tratan de proteger a los hijos de los problemas. Podemos ayudarlos aún más si decimos la verdad por muy dolorosa que esta pueda ser. Cuando explicamos la situación y detallamos los hechos, ellos aprenden que tenemos la fuerza emocional para examinar y enfrentarnos a las situaciones sea más o menos difíciles, aprendiendo así mismo que ellos también lo pueden hacer. Es importante y no debemos olvidar lo siguiente:

  • No ocultar los sentimientos
  • No ocultar los errores
  • No temer decirles la verdad

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